La
violencia es un fenómeno de causalidad compleja y está sobredeterminada, tanto
intrapsíquica como socialmente. El diccionario filosófico de Lalande la define
como el empleo ilegítimo o ilegal de la fuerza. La violencia es el uso de una
fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de un individuo o un grupo,
algo que no quiere consentir libremente. Implica la intención de dominio o daño
a la capacidad de pensar. J. Puget la define como un funcionamiento primitivo
que tiende a anular el funcionamiento mental de un otro e imponerle
significados.
Todo acto
violento se da en la intersección de tres factores: las determinaciones
socioculturales, las que provienen del conflicto vincular mismo, y la
conformación intrapsíquica de los sujetos comprometidos en dichos vínculos
violentos.
Siguiendo
ideas de J. Puget, desde un enfoque vincular, se considera que la violencia es
siempre un fenómeno relacional, con un polo de inermidad, desamparo o impotencia
y otro polo con abuso de su fuerza o poder. La ley del más fuerte, ética
perversa, enloquecedora o alienante subyace a todo acto que coarta la libertad
del otro.
El
violentador es una persona o grupo que se maneja con convicciones autoritarias
y excluyentes y un lenguaje de acción que cercena a un otro, y también a su
propio Yo o al grupo al que pertenece la posibilidad de cuestionarse y pensar.
Busca la anulación del deseo y del derecho de ese otro en tanto diferente,
intentando despojarlo de su condición de sujeto y convertirlo en mero objeto.
En
el plano social, si bien la violencia está asociada a algo brutal y sangriento,
es menester recordar que Vivianne Forrester habla de la violencia de la calma,
origen de las otras formas y que esta autora liga a la economía de mercado
ofrecida como única solución. Aunque para ello sea necesario acentuar la
competitividad, el egoísmo y la indiferencia. En relación con esto recordemos
que José Saramago (premio Nobel de Literatura 1998), acaba de declarar en
Madrid que “la globalización del mercado ya no está propugnando un pensamiento
único sino directamente el pensamiento cero”. Sería pues una forma de violencia puesto que
significaría anulación de cualquier otro pensamiento, alternativo al
hegemónico.
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