domingo, 15 de diciembre de 2013

Mostrarnos Auténticos y Libres

   La mayoría de las definiciones describen la normalidad como la condición de ser “NORMAL” y lo normal es aquello que se ha ESTABLECIDO DE ANTEMANO, algo que se apega a una regla, o que estadísticamente se aproxima a la media dentro de un determinado rango. Siendo más concreto, lo que una sociedad en un espacio-tiempo determinado, y de acuerdo a sus valores y creencias, determina como “deseable” o aceptable, por tanto quienes se alejan de este consenso o de este acuerdo pasan a ser “ANORMALES”, lo que lleva una connotación negativa y a un ETIQUETAJE que viene añadido.
   Se cuenta que un reconocido y anciano catedrático de psicología llevaba décadas investigando acerca de la epidemia de vacío existencial y de sinsentido vital que padecían la mayoría de seres humanos. Si bien solía proyectar ante los demás una imagen de seriedad y seguridad, en soledad reconocía sentirse triste y confundido. No acababa de comprender por qué, a pesar de seguir al pie de la letra todo lo que el sistema le decía que tenía que hacer para lograr éxitos y riquezas materiales, en el fondo de su corazón se sentía tan pobre y vacío. Y así siguió hasta que una mañana entró en una concurrida cafetería y pidió una manzanilla. Seguidamente, la joven camarera cogió una bolsita prefabricada con una mano y un cuenco lleno de ramitas y hojas secas con la otra. Y muy amablemente le preguntó: “¿Cómo la quiere: NORMAL o NATURAL?”. Sorprendido, el catedrático señaló el cuenco con hojas secas. Y mientras se estaba tomando la infusión, obtuvo la revelación que llevaba décadas buscando. Se abalanzó sobre la camarera y le dio un sonoro beso de agradecimiento. Entusiasmado, le dijo: “¡En esta sociedad lo normal NO TIENE NADA QUE VER con lo natural!”. Y salió con una sonrisa de oreja a oreja, como si hubiera encontrado un tesoro.
   La sociedad contemporánea se ha convertido en un gran teatro. Al haber sido educados para comportarnos y actuar de una determinada manera, en vez de mostrarnos AUTÉNTICOS, HONESTOS y LIBRES (siendo coherentes con lo que en realidad somos y sentimos) solemos llevar una máscara puesta y con ella INTERPRETAMOS A UN PERSONAJE que es del agrado de los demás. Si bien vivir bajo una careta nos permite sentirnos más cómodos y seguros, con el tiempo conlleva un precio muy alto: la DESCONEXIÓN de nuestra verdadera esencia. Y en algunos casos, de tanto llevar una máscara puesta, nos olvidamos de quiénes éramos antes de ponérnosla.
Lo cierto es que algunos sociólogos coinciden en que en nuestra sociedad ha triunfado el denominado “pensamiento único”. Es decir, “la manera normal y común que tenemos la mayoría de pensar, comportarnos y relacionarnos”. Así, al entrar en la edad adulta solemos ser víctimas de “la PATOLOGÍA DE LA NORMALIDAD”. Esta sutil enfermedad (descrita por el psicoterapeuta alemán Erich Fromm) consiste en creer que lo que la sociedad considera “normal” es lo “bueno” y lo “correcto” para cada uno de nosotros, por más que vaya en contra de nuestra verdadera naturaleza.
“¿Qué más da lo que piense la gente? La opinión de otras personas solo tiene importancia si nosotros se la concedemos.”

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